- “¿Para qué continuar? ¿A dónde ir?” - me preguntaba.
Nunca oía la respuesta, pero algo para mí desconocido me hacía proseguir mi incierta marcha.
Ahora sé que ese algo eras tú.
Cuántas veces te he presentido. Cuántas te he necesitado.
Muchas noches, cuando cansado de la monotonía y sinrazón de mi vida, me refugiaba en el sueño, te veía. Sí, te veía llegar y decirme dulcemente: “Búscame, has de encontrarme. Sigue adelante y me hallarás”.
La primera vez que nuestras miradas se cruzaron en la realidad creía que eras un cruel espejismo de mi delirante fantasía.
¡Tantas veces me había engañado!
Aún ahora hay momentos en que me asalta la duda, el temor…y en las noches oscuras cuando ruge el viento y la tierra se estremece, tiemblo de miedo y esa idea me tortura y mi corazón no halla reposo.
Y cuando, como todas las noches vienes a mi lado y me sonríes, no puedo dejar de preguntarte: “Dime, ¿eres tú? ¿Es a ti a quien yo he buscado?”.
Esto no es poesía abuelo. Pero es muy sincero, y me gusta mucho
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