domingo, 28 de abril de 2013

Pepito

Pepito es un pequeño vecino mío muy simpático. Me gusta charlar con él y verle reír y gritar entusiasmado cuando jugamos juntos.
Inunda todo con su gracia infantil – ocho años – y con su alegría e inocencia me hace olvidar todas mis preocupaciones.
Qué gozo verle correr hacia mí y oírle chillar con su vocecilla aflautada:
“Ven, estoy jugando a los indios. Allí está mi campamento. Tenemos que asaltar el fuerte”
…y pone una cara de pillo y guiñándome un ojo y sonriendo me dice:
“El fuerte es donde está mamá. Tenemos que quitarle las municiones.”

Otros días Pepito me pregunta entristecido:
“¿Qué te pasa esta tarde que traes cara de mal genio?” – y empinándose y con cara de hombrecito me dice en tono confidencial:
“Anda, cuéntale a tu amigo lo que hoy te pasa, porque tú y yo somos amigos de verdad ¿no?”
Y me escucha sentado, quietecito, con sus ojazos fijos atendiéndome en silencio.
Y yo comienzo a hablar y hablar y le cuento mis problemas y mis dudas y desahogo mi pecho contándole todo lo que me preocupa.
Él no me entiende muchas veces, otras le parecen tontos mis cuidados, pero siempre, siempre permanece serio y callado escuchando, olvidado de sus juegos.
Sí, Pepito es, sin duda, mi mejor confidente. He llegado a tomarle mucho afecto y muchas veces le admiro. Admiro su inocencia y candidez, su nobleza y su salero.
Hemos pasado muchas tardes juntos y hemos llegado a ser – como él dice – dos buenos amigos.
Pero Pepito va creciendo y pronto será un muchacho, pronto será mayor y… ya no podré confiarle mis secretos.
Por eso hace unos días le dije a mi amiguito:
“Quisiera que siempre fueras un niño, quisiera que siempre siguieras igual y que siempre fuéramos amigos. Pero pronto serás un hombrecito … y ya no jugaremos a indios ni vendremos a Rosales ni tendremos que contarnos ni, quizás, volveremos a vernos.”
Y él se puso muy triste y me dijo muy exaltado, asomándosele las lágrimas, que “él ya no quería ser un hombrecito”.
Me llegó al alma este chiquillo.
Tuve que alegrarle con los juegos y esa tarde reímos juntos como siempre; pero, cuando, ya de noche casi, su madre vino a llevárselo, me dio un abrazo muy fuerte y me dijo Pepito al oído:
“Ya verás cómo no crezco. Ya verás cómo siempre seguiremos jugando y riendo”
Le di un beso muy grande y me fui hacia casa pensando:
“¡Vale mucho este Pepito!”
  
                               Jerez   febrero  1957

martes, 16 de abril de 2013

Díme ¿eres tú ?

Iba yo errante, sin rumbo fijo. A veces caía rendido al borde del camino.
- “¿Para qué continuar? ¿A dónde ir?” - me preguntaba.
Nunca oía la respuesta, pero algo para mí desconocido me hacía proseguir mi incierta marcha.
Ahora sé que ese algo eras tú.
Cuántas veces te he presentido. Cuántas te he necesitado.
Muchas noches, cuando cansado de la monotonía y sinrazón de mi vida, me refugiaba en el sueño, te veía. Sí, te veía llegar y decirme dulcemente: “Búscame, has de encontrarme. Sigue adelante y me hallarás”.
La primera vez que nuestras miradas se cruzaron en la realidad creía que eras un cruel espejismo de mi delirante fantasía.
¡Tantas veces me había engañado!
Aún ahora hay momentos en que me asalta la duda, el temor…y en las noches oscuras cuando ruge el viento y la tierra se estremece, tiemblo de miedo y esa idea me tortura y mi corazón no halla reposo.
Y cuando, como todas las noches vienes a mi lado y me sonríes, no puedo dejar de preguntarte: “Dime, ¿eres tú? ¿Es a ti a quien yo he buscado?”.

 
                                      Madrid  1960

lunes, 15 de abril de 2013

Depresión


                A mis anonadados hijos

 
No quisiera hablaros
Del dolor incurable
Del pájaro reumático
El bosque distingue
La terrible quejumbre
De su lastimero canto

Tampoco deciros
El asco estancado
Del cieno en la charca
Que envidia con rabia
Al arroyo libre
Que no será nunca
Sueños imposibles
De límpidas aguas
Rezuma y barrunta

Quisiera ocultaros
La agonía del árbol
Herido de rayo
Que, hendido y enhiesto, soporta
Ruido de carcomas
Quemazón insomne
Podredumbre ocre

Prefiero callarme
Y sufrir en silencio mi pena
Cual si fuera un hombre

 
     Madrid   diciembre de 1986

sábado, 13 de abril de 2013

Cuento no sólo infantil


Érase una mañana azul y blanca. Érase una niña morena y chiquita. Y a su lado, un corazón rebosante de cariño. Ocurrió entonces el milagro de los tiempos – el milagro de toda hora – y la niña se enamoró del corazón (él ya lo estaba).

Por aquellas fechas una terrible máquina humana irrefrenable púsose en movimiento. Los clarines guerreros resonaron de uno a otro confín.

El corazón marchó a la guerra. Despedida llorosa, frases de consuelo, besos que se esconden, labios que no hablan y después… kilómetros y kilómetros de distancia.

La niña, tejiendo ilusiones, esperaba extasiada su naipe encarnado.

Día tras día, recordaba arrobada los minutos eternos de su felicidad pasada. Hora tras hora, miraba impaciente la línea borrosa de su horizonte soñado.

Y llegó el otoño. Cansados ya los pájaros de cantar insistentes el amor por ellos vistos volaron a ocultar sus alas de los fríos.

Las hojas de los árboles, alegres compañeras de la niña, también se fueron despidiendo. Una a una  cayó de sus ramas y, en su fugaz vuelo, antes de enterrarse, le enviaron un beso.

 

 

En el otro mundo lloraba aún con sangre el corazón casi blanco. Hilillos de agua rosada corrían por sus tubos viejos y oxidados.

Pero de vez en cuando, algunas pompas muertas al momento, traían a su aurícula la vívida imagen de su amada niña.

Volvían sus colores, potente y muy fuerte, vibraba de nuevo su pequeña máquina.

¡Amor, amor, amor! Cantaban sus venas.

¡Amor! Gritaba su alma.

¿Acaso os extraña? ¿Es que no sabéis que también existen corazones con alma?

 

Acabó ya el cuento. El telón cayó. Ladino el poeta, sin saber el final nos dejó.

 
Mas venid conmigo
Y entre bastidores
Oiremos los últimos sones
De esta corta función

¿Conocéis las hadas?
¿Sabéis lo que son?
Pues aquella es una
Buena y cariñosa
Que, conocedora del triste destino
Que trazó el camino
De sus desconsuelos,
Curiosa y amable
Ved cómo pregunta
A la niña bella
Sus cuitas o penas;
Ved cómo la seca
Con su pañuelito
Sus lágrimas–perlas.

¿Y los ruiseñores
Sabéis lo que son?
¿Acaso ignoráis que un ruiseñor,
Tan sólo es con alas
Simple corazón?
Pues ved como vuela
Junto a la varita de este hada buena
Alegrando con sus trinos siringes la habitación
Ese pajarillo de dulce color
¿Quizás no os fijasteis en el gran parecido
De este pajarillo y aquel corazón?
Sabed que el buen hada que todo sabía
Prestó dos alitas al viejo y cansado milagro de amor
Y éste, muy pronto, volando raudo y veloz
Cubrió la distancia que le separaba de su linda niña,
Su eterna pasión.


Dejémoslos solos, dejemos que vivan por fin su ilusión.
Callad, de puntillas salid del teatro
Volved al trabajo y a lo cotidiano
Pero que este recuerdo os sirva de algo
Y gracias a este cuento
No volváis nunca, nunca a dudar del amor.


       Jerez de la Frontera, 3 de mayo de 1962

jueves, 4 de abril de 2013

En el pueblo

He conocido ayer a Inocencio
El tonto de mi pueblo
No, no quería decir eso
¡Qué torpe soy!
¡Qué mal me expreso!
Conocerle, le conocía de siempre,
Desde que éramos pequeños
Y ya han pasado, ¡ay!, bastantes años
Desde aquel conocimiento
Quise decir que ayer
Él y yo estuvimos charlando y riendo
Como dos viejos amigos
En la taberna de Diego
Y pasamos casi tres horas
Hablando y conociéndonos
No creáis que el diálogo fue simple
O que ni siquiera eso
Sino que fue un monólogo mío
Docto y circunspecto
Y que él sólo asentía
Con su sonrisa boba y su mirada ida
A todos mis asertos
No, no, él también me dijo muchas cosas
A veces a trompicones
Otras con confianza y denuedo
Y yo le escuchaba embobado
Absorto y mudo
Sin apenas creérmelo
Fue entonces
Cuando me di cuenta
Sorprendido y hasta con miedo
Que Inocencio
Aparentemente tan corto y tan lelo
Era mucho más coherente
Más sincero y más bueno
Que el engreído que os cuenta
Lo que le sucedió en el pueblo

 

      …………….

 

Y regresé a la ciudad
Donde me vivo en suspenso
Sin rigor, aplomo ni concierto,
Pensando que mi vida es circular
Careciendo de centro
Y que me da cien vueltas
El santo de Inocencio

 

Madrid   Noviembre 2000