Cuando desciendo de la montaña al valle
Nunca miro los tojos del borde del camino
Ni siquiera en esta primavera
Cuando tanto amarillean.
Voy con mi mirada fija en la alameda
Pensando en ti
Y en las caricias de aquella despedida
En la que repoblamos de amor nuestra ribera
Con lágrimas apenas contenidas
Sobre aquella hojarasca
Tan otoñal como sombría.
Serpenteante va la senda que desciende
Desde este monte florecido
Hasta los espectrales chopos de la orilla
Y mis ojos parpadean
Bajo la luz brillante de este día
Que reverbera sus destellos en mis sienes
Y me hace soñar contigo…
Tan ausente.
Y es así como mi corazón se agita
Y tu recuerdo se hace tan vívido en mi mente
Cual mis ansias de tenerte entre mis brazos
Aherrojada y desnuda toda entera
De nuevo y para siempre.
Sierra de Madrid, Noviembre 2001
Esta es sobrecogedora y simplemente maravillosa. Me quedo con todo, desde la metáfora de la ribera otoñal repoblada con las lágrimas de despedida, al final tan desgarrador.
ResponderEliminarEspero ansioso a la siguiente poesía, abuelo.
¡Besos de tu nieto!