A tu siempre mi ventura uní.
Limbos opacos y lisas atmósferas de un mundo gris
Huyen perseguidos por nimbos triunfantes
Y en nuestro lecho, colmado de sol,
Miles de caricias disfrutan su ser.
Campanas y voces descubren rincones.
El alba domina la sierra espigada.
Gemelas las manos juegan su canción
Y el alma, roto ya su velo, exclama:
¡El siempre ya es nuestro!
Madrid 1975
Preciosa abuelo!
ResponderEliminar¡Ya se echaba de menos una alegre!