martes, 1 de mayo de 2012

A tu siempre mi ventura uní.
Limbos opacos y lisas atmósferas de un mundo gris
Huyen perseguidos por nimbos triunfantes
Y en nuestro lecho, colmado de sol,
Miles de caricias disfrutan su ser.

Campanas y voces descubren rincones.
El alba domina la sierra espigada.
Gemelas las manos juegan su canción
Y el alma, roto ya su velo, exclama:

¡El siempre ya es nuestro!


                                  Madrid  1975






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