sábado, 21 de enero de 2012

¿ No está el mar lleno de islas verdes ?
F. Nietsche


Navegando horizontes amarillos
Lancé mi vista al mar, casi tapiado.
Fueron mis ojos, sin mí, al otro lado
Burlados y atraídos por sus brillos.


Rota mi sien, crujiendo los mil grillos,
Que, fieles, mantuviéronse en mi prado,
Casi ciego, ocultando el desagrado
Seguí haciendo en el aire mis castillos.


Tras horas de penar, mas con sonrisas
Incierta mi llegada y mi destino
Mucho peor que hastiado, indiferente,


Juguete en manos de azarosas brisas,
Continué buscando en mi camino
La isla verde soñada por mi frente.


                                                                                  Madrid, 1957





Del naufragio volviéronme a la vida
Sin mi isla verde ni mis grillos fieles
Y, sonámbulo, contemplé las hieles
De una absorta amargura indefinida.


Marginada y ausente está mi herida
Rodeada de espliegos y laureles
Que en mi mente se vuelven hasta crueles
Junto a la angustia de mi fe vencida.


Ya no quiero horizontes amarillos
Ni soñar con la isla verde de mi sueño
Ya no pido llegada ni destino.


Sólo busco el reencuentro con mis grillos
Que amengüen la tristeza de mi ceño
Y acompañen mi resto de camino.


                Madrid 1975



Quebróse mi cerebro nuevamente
Bajo el peso inhumano de la idea
De ocultar con azufre, cal y brea
La isla verde soñada por mi frente.
Cual la fuerza que arrolla de un torrente
Rasga jaras y enebros sin pelea
Mi nave, cabalgando en la marea
Vio crujir los mil grillos de su mente.
Mas esta vez fue tal el desconcierto
Que sesgó de raíz mis ilusiones
Atenazando mi alma y mi sentido
Que, ciego e impotente, quedé yerto
Naufragando mi fe y mis pasiones
Sin un gesto de lucha ni un latido.
                Madrid, 1973



Aturdido, turbulento, extraño
Indeciso, somnoliento, errático
Hosco, casi sonámbulo, apático
Fugitivo, esquinado, huraño.
Así me vivo, lejos del rebaño,
Aunque uncido por el yugo fanático
Que anula mi querer y torna estático
Mi torpe y débil corazón de estaño.
Porque soy sólo yo, no cabe duda,
Quien, buscando horizontes amarillos,
Peregrino de flor imaginaria,
No quiero verte, silenciosa y muda
Dándome con dulces gestos sencillos
El calor de tu ayuda necesaria.

             Madrid, 1984

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