A mi hija Concha
que ya no nos oye ni nos ve
Se rompieron los cristales
En los altos corredores de la muerte
Mil cantos de lechuza
Retumbaron en mis sienes
En los altos corredores de la muerte
Mil cantos de lechuza
Retumbaron en mis sienes
Quedé yerto
Sin comprenderlo
Y un terrible llanto
Vacío de gemidos
Estalló en nuestro cerebro
Como una astilla envenenada
Plena de rabia
Totalmente emponzoñada
Así fue
Como os lo cuento
Inverosímil pero cierto
Como os lo cuento
Inverosímil pero cierto
No es posible ya que
los ruiseñores
Sigan existiendo
Ni que una mariposa cenicienta
Nos amargue
Para siempre noche y día
Nuestra triste y absurda supervivencia
Sin estar tú, Concha, hija mía
Sigan existiendo
Ni que una mariposa cenicienta
Nos amargue
Para siempre noche y día
Nuestra triste y absurda supervivencia
Sin estar tú, Concha, hija mía
Madrid 5 de noviembre de 2013
¡Abuelo! Mucho dolor hay en tus versos. Espero que el soltarlos te ayude a avanzar. Tienes 4 hijos más a los que seguir queriendo y unos cuantos nietos más que todavía te necesitan. El poema es hermosamente desgarrador, y está para no mirarlo mucho, para enterrarlo también...
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