Torcida llevo mi besana
Por salvar de la reja una amapola,
Un cantueso, un tomillo, unas retamas.
Preciso de la espiga ineludible,
Pero ignoro, libre,
El silo, la yunta y los arreos.
Creo,
Con mi espíritu pobre,
En la riqueza anárquica
Del deseo.
Prefiero la boca que besa a la que engulle,
El aire sin condiciones,
La escritura de torcidos renglones,
Mares sin puertos,
Placeres inciertos,
Dudas continuas
Y esas formas de vivir confusas y ambiguas.
Desde que nací
Combato
El firme entramado
De preceptos y urdimbres,
De mentes dogmáticas,
Litúrgicas,
Incólumes,
Hieráticas,
Que no conocen la dicha del azar
Ni la humildad.
Y pierdo en mi pelea.
Pierdo una y otra vez
Frente a los dueños del rebaño;
Pero sigo
Y seguiré mientras pueda,
Triscando en el monte altivo
De mi invencible libertad.
Madrid octubre 1981